Me vais a perdonar. Acabáis de caer en lo que se llama un titular “Click-bite”. Frente a la avalancha de contenidos on-line y la consecuente competencia a mi particular diario de bitácora, he tenido que poner este titular escandaloso utilizando sexo y rock and roll para que sí o sí os lanzarais todos a leer mi diario como posesos. Una aprende mucho de la prensa estos días. También es verdad que en un momento dado, una frase inquietántemente parecida ha sido escrita en uno de mis chats de grupo, pero eso es otra historia. No, no voy a hablar de sexo, lo siento. Hoy quiero que me leáis porque desde esta plataforma que me he inventado, desde este pequeño balcón virtual, quiero aplaudir a todos aquellos que como yo #nosestamosquedandoencasa.
Me explico. Es cierto que mientras que otros están en primera línea para que nos curemos, podamos comer o las calles estén medianamente limpias cuando salimos una vez a la semana a hacer la compra, los que podemos quedarnos en casa somos unos privilegiados ya que tenemos la suerte de poder teletrabajar, ordenar los armarios, pintar las paredes o ayudar a los niños a mirar la tele (¿Quién iba a decir que de repente sería algo útil y necesario?). Debemos (debo) dar gracias a todos aquellos que están arriesgando su salud y la de sus familias. Sin embargo los que #tenemoslasuertedequedarnosencasa también #estamoshastalaspelotas y alguien tiene que decirlo: merecemos un aplauso.
Por ejemplo: me parece muy importante aplaudir a todas esas familias que están juntas y revueltas desde hace 11 días. 24 horas sobre 24. Yo vivo con mi perra y nunca pensé que diría esto pero de un tiempo a esta parte, prefiero mi soledad perruna a la convivencia que tienen que soportar algunos de mis allegados. Un amigo me ha contado que para darse espacio con su mujer ha puesto una tienda de campaña en el salón. “Es mi oficina y cumplo horarios” me dijo tajante. Su mujer mientras tanto ha prohibido la entrada al cuarto de invitados donde ahora mantiene sesiones on-line (es psicóloga) y me confesó (por otro chat) que si no tiene citas mantiene soliloquios imitando las voces de sus clientes. A veces las hace graves, otras de pito, baritonos, castratos, afónicos -¡Lo que sea!- con tal de que su familia piense que sigue trabajando y que en la dichosa salita “No entre ni el tato”. Menos mal que sus hijos ya son adolescentes y como tales están ya de por sí, todo el día, encerrados en su habitación. No tienen que ver cómo sus padres se están volviendo majaretas y desde aquí les mando un aplauso.
Si bien pasar esta suerte de mezcla odiosa de Navidades y verano juntos pero sin regalo ni playa es ya pesadillesco, puede llegar a ser realmente una auténtica tortura. Una compañera de trabajo a quien el confinamiento le ha pillado en pleno proceso de divorcio, está conviviendo con su futuro ex. Y aquí la verdad es que no sé qué inventarme para que haga gracia, porque ya sabéis que no tiene ninguna. Con mi disfunción optimista la única solución que se me ha ocurrido es que quizás, al estar encerrados, caigan en la tentación de la lujuria y el deseo y que gracias a estos últimos también vuelva el amor. Pero ella ya me ha dicho que ha instalado una cama supletoria en la despensa acompañada de varios libros de Paulo Coelho y que su futuro ex “Ahí se queda”. No sé cual de los dos merece más el aplauso. Os dejo decidir.
Este aplauso personal que espero sin embargo que compartáis conmigo, también va dedicado a toda la gente mayor que a pesar de tener la suerte de estar sana ya no puede caminar ni para hacer la compra y que además debe quedarse en casa sin recibir ni a hijos, ni a nietos ni a nadie. Por ejemplo, desde aquí mando un aplauso sonoro y gritón (¡Bravo! ¡Bravo! ¡Olé tú!) a mi tía la de Mallorca. Se está dando la vuelta a la isla caminando. ¿Eh? … Tranquilos los moralistas, se está dando la vuelta a Mallorca a nivel simbólico. ¿Cómo lo hace? Pues se sube a la azotea y pasea 20 minutos. Cada etapa de 20 minutos corresponde, mapa de la isla en mano, a un destino de la costa mallorquina y así, gracias a su imaginación portentosa y mientras se mantiene activa cada día, va completando la vuelta a “Sa Roqueta” visitando variopintos lugares y pueblos. El primer día fue a misa a una Iglesia de otro barrio, uno lejano “Para andar más.” El siguiente llegó hasta el puerto deportivo de la ciudad. Desde allí, otro día, alcanzó Es Molinar donde parece que es muy agradable desayunar, cosa que hizo (simbólicamente). En total, desde el primer día del confinamiento se ha tomado ese café en Es Molinar y un agua en Son Verí y hasta un zumo de naranja en Cala Blava… También me confesó que tenía muchas ganas de llegar «en unos cuatro o cinco días» hasta la playa des Ses Salines donde, se relamió: “Hay un chiringuito que hace una paella estupenda” Un aplauso para ella, para su apetito simbólico y ¡para su fortaleza mental!. ¿O no? Claro que sí.
Y es que #losquenosquedamosencasa y estamos #hastalaspelotas estamos haciendo gala de un heroísmo aburrido pero cotidiano que es digno digno de agradecer. Desinfectamos las patitas de los perros al llegar a casa, leemos poemas por instagram y otros los escuchamos (no sé que es más heroico), tocamos la flauta por el balcón (de nuevo), creamos memes sin parar para reírnos de nuestra imbécil humanidad y hasta algunos llevamos crepes a los vecinos. Sí, habéis leído bien, mi vecino, el domingo pasado me trajo crepes: “Es que para matar la tarde me he puesto a cocinar y he hecho tantos que no los quiero tirar” … Los dos nos dimos cuenta de que era mala idea en cuanto me tendió su tupper con la mano pero poco importa. Por favor un aplauso para él también y para su ingenuidad solidaria que se fue directamente a la basura. Qué le vamos a hacer.
Como no todo puede ser risas, desparpajo y titulares click-bite, también me quiero poner seria (pero solo un poco) y aplaudir a todos mis amigos, conocidos y allegados con los que estoy manteniendo sesiones de zumba, reuniones de trabajo y conversaciones existenciales por skype (además de alguna borrachera todo sea dicho). Noto, y me congratula, que durante este tiempo virtual que compartimos juntos, hay una honestidad en nuestro hablar, en nuestro compartir, una generosidad en nuestra preocupación por los demás, y una motivación por seguir trabajando por el futuro que sin duda llegará, que va mucho más allá de lo que nunca hubiéramos compartido anteriormente en los cafés, en las salas de reuniones, en las conversaciones con proveedores o las cenas con amigos.
Sí, quiero aplaudir a los que siguen contestando al teléfono para hacer presupuestos aunque hayan cerrado su fábrica desde hace días. A los que piensan en cómo cambiar su modelo de negocio para sobrevivir a estos tiempos que corren. A los que se acuerdan de ti y te mandan chats personales porque en uno de grupo dijiste que te estaba subiendo la ansiedad. Una mención especial también a esa persona que manda canciones cada mañana para que sus amigos empecemos el día con humor. La nuestra hace eso, seguro que vosotros tenéis otrx que manda libros, o memes, o artículos.
Otro aplauso, uno más cálido y suave si cabe, como una caricia, a los que se sinceran, a los que hablan de repente de sus problemas existenciales, a los que nos comparten su soledad sin tapujos y a los que lloran frente a las caritas ojo-pláticas que se amontonan en nuestra pantalla de ordenador. Gracias a su valor, a su necesidad de compartir sus emociones con los demás, gracias a su miedo expuesto, están consiguiendo poco a poco que cambiemos. Que se nos caigan estas malditas actitudes de héroes de lo urbano y lo individual. Que renunciemos todos ya a pretender que no sufrimos (¿A caso antes sufríamos tanto?) y -no hay mal que por bien no venga,- que nos sintamos ahora más cercanos, más hermanos y también mucho más humanos.
Sobre todo quiero dar un aplauso a todos aquellos que aunque hayan perdido el trabajo, aunque estén enfermos en casa sin saber si tienen el maldito virus o no, aunque sufran por abuelos o tíos en la clínica o teman por la muerte de un allegado, se están controlando y con el fin de que no caigamos los demás en el completo desánimo y por mucho que sobren ahora los múltiples canales y oportunidades para hacerlo, nos hablan muy pero que muy poco de sus problemas personales. A vosotros en particular, por vuestra discreción y vuestra entereza, de parte de mi perra y de mi, un gran y sonoro aplauso, un fuerte abrazo y todo nuestro agradecimiento y amor.